SIETE CABRAS CABREADAS

Un día que la madre de los siete cabritillos tuvo que salir a la farmacia advirtió a sus hijas que tuvieran mucho cuidado y no abrieran la puerta a nadie y menos al lobo. Para distraerse, y aprovechando que su madre no estaba, decidieron comer unos trocitos de chocolate, con la seguridad de que ella no se iba a dar cuenta. Las tabletas de chocolate estaban en lo alto de una estantería donde ninguna de las cabritillas llegaba. Para alcanzarla empezaron subiéndose a una silla y no lo consiguieron, después a una mesa con una silla encima y tampoco lo lograron. Además cada vez que se subían a una de esas torres el lobo llamaba a la puerta interrumpiéndolas su tarea. Lo único que consiguió el lobo es enfadar a las cabras, y ya se sabe que cuando estos animales se enfadan lo hacen de muy mala manera. La obra es una versión actualizada del cuento clásico, escrito con mucho humor e imaginación. Las ilustraciones resaltan el sentido humorístico del cuento, lo mismo que lo hace la frase con la que lo ha titulado el autor.

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