SOBORNOS

Ángel Viñas (Madrid,1941) catedrático, Economista del Estado, diplomático e historiador, se refiere en esta obra a las gestiones realizadas por el embajador británico en Madrid, sir Samuel Hoare, para evitar la entrada de España en la IIª Guerra Mundial (1939-1945) junto a Italia y Alemania.
De acuerdo con la tesis, expuesta con tono hiriente por el autor, el general Franco, fascinado por las victorias del ejército alemán en Polonia y Francia se disponía a firmar en 1940 el tratado de adhesión a las potencias del Eje. Los británicos, decididos con firmeza a impedir el proyecto, desarrollaron diversos planes destinados a impedir la beligerancia española que, en su opinión, debilitaría el esfuerzo de Inglaterra en su lucha contra Hitler. Una de las maniobras previstas apuntaba al soborno de políticos y militares españoles del entorno de Franco opuestos al nazismo y partidarios de restaurar la monarquía en la persona del pretendiente don Juan de Borbón. De la transferencia y reparto de los fondos se encargaría el millonario y banquero Juan March, con el que Samuel Hoare mantenía excelentes relaciones ya que se mostraba partidario del bando Aliado. Beneficiarios del soborno serían un grupo de generales y políticos de gran prestigio, incluido el influyente Nicolás Franco, a cuyos consejos prestaba especial atención su hermano el Jefe del Estado. Se hacía necesario eliminar la influencia de Ramón Serrano Suñer, falangista, Ministro de Exteriores y cuñado del general, que, según los indicios disponibles, se mostraba incondicional partidario del III Reich alemán. Se atribuyen a Franco los deseos ocultos de participar en el conflicto, que solo la influencia de los sobornados, la falta de interés de Hitler y el cambio de signo de la guerra le impidieron llevar a la práctica. Se trata, según reconoce el autor, de rebatir las versiones de historiadores favorables a Franco a los que se acusa de crear el mito de la prudencia y habilidad del Jefe del Estado para evitar la intervención de España en la guerra. El manejo de los datos y documentos que se aportan ofrece numerosos puntos débiles y faltos del rigor necesario para probar de modo fehacientes las imputaciones de corrupción, deshonestidad y ausencia de principios éticos esgrimidos contra la fama de personas reales, identificadas por sus nombres y actuaciones. En el mismo sentido, se ridiculizan las versiones opuestas de historiadores prestigiosos, como el profesor Suárez Fernández al que se tacha de manipulador y de falsear los hechos, movido por intereses políticos.

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