SUBWAY PLACEBO

En la Barcelona de 2012, o de 2912, que igual da para un espacio oscuro, subterráneo y llevado a un estado apocalíptico, Subway Placebo se presenta como el submundo, un lugar bajo tierra, al amparo de los trazados de metro pensado para el placer y la generación de adrenalina de quienes lo visitan, pero que ha devenido en un lugar de terror y supervivencia cuando todo en la superficie degenera en destrucción.
Una historia de muerte, cargada de negatividad donde nada es seguro, nada es para siempre, y donde habrán muerto, por fin, todos los dioses. Con personajes suicidas, desesperanzados, con una vida de autodestrucción les unirá una afinidad de sangre, un pasado amargo.
En un ambiente futurista, Rosario Curiel, aprovecha las crisis económicas, de valores, etc., actuales y las proyecta en un futuro sin salida. Las frases se alteran en su forma sintáctica acompañando el estado anímico de los personajes. Las palabras brotan de forma brusca, incoherentes, a veces con expresiones soeces y un lenguaje burdo, en ocasiones irreverentes. La vida es una metáfora de otra vida que no se sabe si es más o menos real. La virtualidad escapada de un videojuego se mezcla con la realidad más inquietante. Los personajes se mueven dentro de un círculo neurótico de desequilibrio anímico. Mentes inquietantes y perdidas, dominadas por el diazepam, con la angustia de una muerte cierta siempre acechando. La autora dibuja una situación apocalíptica, perturbadora, un lugar donde nadie está obligado a ser feliz. La felicidad se concibe como una disposición animal: estás bien, estás feliz.
Subway Placedo es una novela inquietante para un público aficionado a ciencia ficción de imágenes futuristas donde la destrucción es lo esperable.

© Reseñas bibliográficas Fundación Troa