TRES SEGUNDOS

Piet Hoffmann es un delincuente que colabora con la policía sueca para la disolución de una trama polaca de estupefacientes en las cárceles. La secretaria de estado y varios altos cargos de la policía aceptan cometer varias ilegalidades para que Hoffman ingrese en la cárcel como delincuente peligroso y allí, como infiltrado, se haga con el control de la droga. Pero otra rama de la policía, a la que no se ha informado de los anterior, se acerca demasiado a la verdad.
La novela es seca, dura y concisa, como corresponde a lo genuino del género policial. La tensión es máxima y se consigue con descripciones muy minuciosas de las operaciones que lleva a cabo Hoffmann para resguardarse, asegurar a su mujer, grabar la conversación e ingeniar un método de introducir la droga en la cárcel. Una vez dentro, la tensión de mantenerse a salvo es cada vez más dura. Y el clímax donde se hace con un rehén después de haber sufrido y se expone a que le maten se alarga varias páginas, sin disminuir la alta tensión. No sabemos qué piensa Hoffmann, sólo lo que hace, por eso cada paso nos sorprende: todo es preciso, minucioso, controlado.
Tres segundos es una crítica al sistema de infiltrados de la policía sueca, que ha de manipular juicios, fiscales y que otorga beneficios a unos delincuentes y oculta otros delitos a la misma policía. La novela tiene gran eficacia sin caer en el morbo y en elementos ajenos al más puro estilo policíaco o carcelario.

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