UN HOMBRE DE PALABRA

Al quedar viuda tras muchos años de convivencia y con una hija adoptada, la narradora decide reconstruir la presencia del ser amado mediante la descripción de su vida en común y por medio de la escritura, realizando de este modo un tratado sobre el duelo y mostrando algunas posibles armas para sobrevivir a él.
Inma Monsó (Lérida,1959) refleja en la novela unos sentimientos de base autobiográfica, al haber pasado por una experiencia similar a la de su protagonista. Ésta empieza a escribir pocos días después del infarto que provocó la muerte al hombre con el que mantuvo una sintonía humana y una complicidad intelectual prácticamente completas, por el que se sintió deslumbrada y querida. Al retratarlo como "un hombre de palabra", de carácter, bondad e inteligencia grandes, hace también un acabado retrato de sí misma, con una introspección psicológica atinada y acertadas observaciones sobre su vida juntos y su posterior duelo. En capítulos alternos, relata en tercera persona los dedicados a cómo se conocieron, y en los otros la vida sin él; éstos, más íntimos, alcanzan mayor emotividad y más calidad literaria. Destaca ese amor que une y comparte, que hace mejor, en varios sentidos, a la persona que lo siente. Bien escrita, con numerosos toques de humor y con ternura, anotando paradojas y anécdotas, la novela es amena y capta la atención del lector. En cuanto al fondo, se advierte con claridad que carece de sentido de la trascendencia.

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