UN LUGAR TAN HERMOSO

En un pequeño hotel situado junto a las cataratas del Iguazú actúa una cantante de ópera. Allí acude un catedrático de Neurofisiología de Chicago, y entre ambos surge una inmediata atracción.
Es ésta la primera novela de su autor (Turín, 1960), que publicó en 1997 y con la que obtuvo ese mismo año el Premio Mondello. El planteamiento es ambicioso, y aunque la editorial la presente como una fábula filosófica sobre el problema del amor y del tiempo, lo que ofrece es, más bien, una bella historia de amor, narrada con cierto talante lírico, entre dos personas que ya han dejado atrás los ímpetus de la juventud. Ella, aquejada del síndrome de Kórsakov, por el que va perdiendo la memoria de lo reciente, y él, estudioso teórico de la dolencia hasta que la ve plasmada en la mujer que ama. Diez años después, él sigue queriendo a esa mujer que no recuerda la historia de ambos, pues sólo tiene presente. La psicología de los protagonistas no llega a adquirir verdadera fuerza. Hay una larga elucubración sobre los besos. El estilo, de expresiones delicadas, es voluntariamente reiterativo. Las digresiones sobre el amor, la memoria, el tiempo, el recuerdo, resultan atractivas, pero sin grandes aportaciones.

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