UN PESO EN EL MUNDO

Una estancia de cinco días sirve de soporte para encuadrar el intenso diálogo que se produce entre una mujer de cuarenta años, profesora de Filología Inglesa, y su Catedrático de Filosofía, retirado voluntariamente del mundo universitario. El reencuentro lo motivan las circunstancias de la antigua alumna, que necesita asentar su personalidad y acude en busca de consejo para tomar una decisión en una encrucijada clave de su vida.
La larga conversación entre maestro y discípula -único eje narrativo sobre el que gravita la novela, a excepción de un corto monólogo de ésta- viene a ser como un ejercicio de introspección, muy del gusto de este autor, entre dos intelectuales, asemejándose más a una especie de esgrima mental que a un discurso socrático. Sin salirse del contexto dialogado, se exploran, con presupuestos sentimentales, un puñado de cuestiones conflictivas que afectan a los dos interlocutores: la muerte, la inseguridad, la pasión, la verdad y la belleza, el bien y el mal, etc. Subyace en la novela un pensamiento de corte posmoderno: aunque se formulen preguntas sobre la verdad, el bien, etc., imperan la ambigüedad y el escepticismo, ya que todo se cuestiona, sin ánimo de encontrar ninguna certeza. El matrimonio se ve sólo como una relación que puede favorecer cierto equilibrio personal, por lo que se da carta de naturaleza a las aventuras sexuales ocasionales. El contenido resulta algo artificioso y poco verosímil, quizá porque los personajes tienen poca hondura humana, aunque sean muy listos y se expresen de manera culta, incluso algo pedante. La obra está bien escrita, pero se recurre demasiado al estilo retórico.

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