UNA LUZ ENCENDIDA EN LA CIUDAD

Marcelino de la Paz y Bustamante, jesuita, hizo suyo el mensaje social cristiano y se implicó en la lucha por la igualdad social a la que había llamado León XIII, en el marco de la doctrina social de la Iglesia. Murió con fama de santidad y es una introducción a esa vida heroica -partiendo, especialmente, de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús- la que narra Manuel de los Reyes, para quien Marcelino fue determinante en la expansión de esa práctica de piedad que comenzó el padre Hoyos, a quien estuvo ligado. En 1884, el Padre Paz hace una promesa que marcará su vida: promover esa devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
No fue la vida del Padre Paz fácil. De hecho, después de ser ordenado, tuvo que atravesar su propia noche oscura, que le llevó, superando muchos obstáculos, a ingresar en la Compañía de Jesús. En este sentido, se puede decir que el apostolado que emprendió el padre de la Paz fue misionero. Desde que fue ordenado sacerdote, así como tras comenzar su labor en Valladolid, en la Asociación Católica de Escuelas como en los Círculos Obreros, Marcelino demostró que el cristianismo tenía que estar implicado en los problemas de los más necesitados. Su labor dejó pasó, como explica Manuel de Reyes, a la aspiración sindical, que articuló más tarde la defensa de los derechos profesionales de los trabajadores. Por otro lado, como director del Apostolado de la Oración, el Padre Paz fue determinante al vivificar la labor de muchas parroquias e iniciativas cristianas.
Hubo dos cosas que marcaron la trayectoria espiritual de Padre Paz: Dios y los hombres y, en este último caso, la entrega a quienes en la transición del siglo XIX al XX vivían en esa España que todavía no había comenzado su desarrollo. Un libro que permite conocer mejor a hombre volcado en el servicio a los demás y enamorado de Dios.

TROA