Background Image
Previous Page  37 / 48 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 37 / 48 Next Page
Page Background

hora justa y nos ayuda a encarrilar la

educación con realismo para que todos

tengamos expectativas realistas de

nuestras propias capacidades, que

seamos pacientes y que valoremos el

esfuerzo, no solo los resultados.

Es cierto que el talento es un

don, pero ese don ha de fructificar y

hay terrenos más fértiles para que eso

ocurra. La austeridad, así como el

esfuerzo y la constancia, son imprescin-

dibles, porque la realidad es exigente.

Al descubrirla, el sujeto acepta ser

medido por ella y reconoce la importan-

cia del estudio para alcanzarla. Miguel

Ángel, considerado uno de los artistas

más grandes de la historia, decía: «Si

supieras la cantidad de trabajo que hay

en ello, no lo llamarías genio». Gaudí

tuvo también una vida muy austera, se

pasaba noches enteras trabajando en

su estudio. Como reza el dicho, «la

necesidad es madre de toda invención».

La creatividad ocurre cuando

un niño se busca la vida porque le falta

algo que no tiene. Un niño que lo tiene

todo, e incluso antes de desearlo, no

necesita ser creativo porque no necesi-

ta nada, no anhela nada. Tiene la vida

resuelta. Un estilo de vida familiar que

da todo al niño o al adolescente, antes

siquiera de desearlo, hace que el niño

se conforme con una actitud pasiva y de

consumo. En este sentido, nuestros

hijos han de tener cada vez menos

cosas y aprenderán a vivir el «despren-

dimiento voluntario».

Cuando nos damos cuenta de

la realidad de la escasez del tiempo y de

los recursos –atención, memoria,

inteligencia, incluso recursos materia-

les– de los que disponemos, entende-

mos mejor la importancia de priorizar

esos recursos, yendo a lo esencial. Es

bueno «podar» nuestras vidas de todo

lo que no es esencial, practicar el

«desprendimiento voluntario». Y si nos

paramos a pensarlo bien, nos damos

cuenta de que el agobio vital y la

frustración de no llegar a nada, que

tenemos a menudo los padres, tienden

a ser consecuencia de no saber decir

que no, de crearnos unas expectativas

superfluas que nos dejan poco tiempo

para lo esencial. Tendemos a estar al

remolque de lo que nuestro entorno

nos vende como «imprescindible»,

porque «todo el mundolo hace o lo

tiene». Ese es el triste hilo musical que

nos acompaña.

Demasiadas veces dejamos

que las estadísticas tomen las decisio-

nes por nosotros. ¿Doce años es la

edad media de introducción del niño al

móvil? Entonces se lo compramos a esa

edad. Como padres, hemos de tomar

las decisiones que nosotros veamos

buenas, no las que toman los demás.

Hemos de recuperar el sentido de

competencia y la autoestima que nos

permiten tomar decisiones en la

educación de nuestros hijos. Las

estadísticas hemos de hacerlas noso-

tros, no dejar que manden sobre

nuestros hábitos de consumo.

En definitiva, nos pasamos

gran parte del tiempo que nos queda

después de trabajar y de dormir, o bien

viendo la pantalla, o bien comprando

cosas que no necesitamos para estar a

la altura de las otras familias que nos

rodean. Que los demás lo tengan no es

un criterio educativo valioso. Esa lógica

se ha de romper en la niñez con los

niños. Si no, ellos usarán esa lógica para

justificar todo tipo de comportamientos

en la adolescencia. «Mamá, voy al

botellón porque todo el mundo va,

¿vale?». Pero, de todas formas, ¿es

verdad eso de que «todo el mundo lo

hace o lo tiene»? Es bueno tener

perspectivas y compararnos, más allá

del vecino o del padre de la clase de

nuestro hijo, con el resto de las perso-

nas que comparten el planeta con

nosotros. Según el Banco Mundial, casi

la mitad de las personas que pueblan la

Tierra viven con menos de 2,50 dólares

al día, y el 80 % vive con menos de diez

dólares al día, menos de la mitad de lo

que vale la tarifa plana de un teléfono

inteligente.

Los niños necesitan muy

pocas cosas materiales, y es muy sano

que aprendan a vivir desprendidos de

las cosas que tienen, para poder ser

más libres. Hemos de redescubrir la

virtud de la sencillez. La simplicidad,

como decía Leonardo da Vinci, «es la

última sofisticación».

Foto: Jorge Zorrilla

EDUCACIÓN

SL

TROA

37