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un premio literario nos sitúa con respecto a

las modas del momento, a las preguntas

que se hacen nuestros contemporáneos, a

las respuestas que se suelen dar. Sirven

como tema de conversación para las largas

tardes de verano o las tertulias en las

terrazas iluminadas. Incluso los que no se

los han leído pueden participar.

También hay premios que son

más bien “contra premios”, premios

menores que los comerciales, menos

contaminados, otorgados por un puñado

de apasionados de la literatura. Suelen

recaer en libros publicados por editoriales

pequeñas y van a menudo contra las

corrientes dominantes. Se premian obras

que exigen una lectura pausada, silenciosa,

reposada. Las ventajas son grandes:

agudizan nuestra capacidad crítica,

refuerzan nuestra independencia, espabi-

lan nuestra inteligencia.

Añadan un premio literario en su

maleta, un premio comercial o uno elegido

con el corazón. O los dos.

EL LIBRO DE VIAJES

¡Qué maleta sin un libro de viajes!

Pero no me refiero a las guías, útiles sin

lugar a dudas, pero hoy casi obsoletas por

la gran cantidad de información que

podemos encontrar en la red. Hablo del

libro de viajes, ése en el que seguimos a

alguien en sus paseos, caminatas, excursio-

nes, giras, expediciones, cabalgatas,

vueltas, rutas o rondas. A veces, se trata de

acompañar a un aventurero para descubrir

un país desconocido, una región alejada, un

paisaje deslumbrante. Otras, un “nativo”,

oriundo, autóctono, se explaya en describir

su ciudad, su pueblo o su terruño. La

literatura de viajes cuenta con miles de

tomos, antiguos y recientes, sólo hay que

buscar el que corresponde a nuestro

destino. En el caso de las grandes capitales,

repletas de monumentos y rebosantes de

historia, no debemos ignorar a los clásicos:

la Roma antigua no ha cambiado mucho

desde que la recorría

Stendhal

, ni el

Cuerno de Oro desde que lo miraba

embelesado

Loti

. Vagar por la Alcarria de la

mano de

Cela

, transitar por el Danubio con

Magris

, peregrinar a Constantinopla/Istan-

bul después de haber leído el libro de

Pamuk

o adentrarse en los barrios de

Lisboa siguiendo a

Pessoa

, es una

experiencia infinitamente más enriquece-

dora, que yendo únicamente con el

itinerario proporcionado por la agencia de

viajes. Y luego, hay libros que no son

exactamente de viajes, pero en los que late

el corazón de una urbe o villa o burgo, por

haber enamorado al escritor, poeta o

novelador: San Petersburgo a

Dostoievski

,

París a

Balzac

o la berlinesa Alexanderplatz

a

Döblin

.

Antes de emprender el periplo

veraniego, elijamos un buen guía en forma

de libro de viajes.

Algún clásico pendiente,

un premio o contra premio,

libros sobre nuestro destino,

testimonios enriquecedores y una

joya literaria

EL TESTIMONIO

La literatura es, entre otras cosas,

la vida de “los otros”: seres de papel si se

trata de una ficción, o seres reales si el

escrito es autobiográfico. Hay quien dice

que ese último género empezó con las

Confesiones

de

J.J. Rousseau

, pero existen

textos mucho más antiguos. En nuestro

tiempo hay una verdadera inflación de ese

tipo de literatura, con múltiples variantes:

diarios, memorias, autobiografías, confesio-

nes, autoficciones. Puede ser muy intere-

sante e instructiva si el autor es verdadera-

mente alguien que valga la pena, es decir

que haya destacado por sus cualidades,

realizaciones, luchas, hazañas, aventuras,

pasiones y, además, es sincero. Entonces,

su experiencia vital puede ser una aspira-

ción, un modelo, un reto para los demás.

Pero, cuidado, el campo es grande y la paja

mucha. Estamos invadidos, también por

escrito, de personajillos que se miran el

ombligo y que no merecen la más mínima

atención.

No cualquier testimonio vale para

la maleta, hay que asesorarse bien antes.

EL TESAURO DE LA LENGUA

El tiempo de vacaciones es

propicio para admirar la naturaleza, hacer

descubrimientos de toda clase, conocer a

personas diferentes, hasta probar nuevos

guisos. Pero no nos engañemos: no bastan

los ojos para ver, ni la lengua para

saborear. Necesitamos el armazón de la

lengua para traducir en palabras todas esas

nuevas sensaciones y almacenarlas

correctamente en nuestra memoria, de

donde las sacaremos en forma de recuer-

dos y evocaciones en las tedias y largas

tardes de invierno.

Que la lengua que empleamos

todos los días se ha empobrecido, es una

perogrullada: nos quejamos los españoles,

se lamentan los franceses, se indignan los

ingleses, sobre todo cuando escuchan el

inglés ahí-a-la mano (

Jiménez Lozano

dixit)

que hablamos los demás. Echamos la culpa

a los medios de comunicación, pero todos

acortamos palabras, eliminamos acentos,

reducimos subordinadas, desvirtuamos el

sentido de los tiempos y no nos esforzamos

por buscar el término exacto.

En la maleta de los libros debería-

mos incluir un tesauro de la lengua: no me

refiero a un diccionario (que solemos llevar

en el móvil), sino a una de esas joyas

literarias (novela, poesía, teatro) en la que

el lenguaje es cuidado, mimado, guardado,

conservado, adornado, defendido, atendi-

do. Para que nos contagiemos del buen

decir y mejor hablar.

¡Felices lecturas veraniegas!

LA MALETA DE LOS LIBROS

SL