EL GUARDIÁN DE LOS NIÑOS

Jan, un joven tímido y poco sociable consigue trabajo en la guardería de una clínica psiquiátrica. Tiene algo que esconder de su anterior trabajo en otra guardería llamada Lince y ese elemento lo usa el autor para incitar la imaginación del lector. Theorin avanza lentamente, con un lenguaje sencillo que obliga a leer despacio y da cierta solemnidad a cada frase. La economía del lenguaje marca especialmente esta novela: no hay descripciones físicas de los personajes ni del paisaje; sólo nos queda la soledad, el pasado y la ignorancia sobre lo que Jan hizo con aquel pequeño y por qué.
La clínica psiquiátrica, con su alto muro de hormigón y el secreto profesional sobre todo lo que se hace en ella hace que Jan se siente atraído. Y más cuando cree que una vieja amiga suya está ahí como paciente.
La novela avanza muy lenta y en episodios alternos combina el presente de Jan con la narración de lo ocurrido en la guardería Lince. No hay acción en la novela y sí promesa de miedo, de inseguridad, de hacer algo prohibido, de la atracción por las personas con enfermedades psiquiátricas. La novela promete más de lo que da.

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