LA ASCENDENCIA

La ascendencia, Novela de intriga protagonizada por un joven a quien el médico le comunica por teléfono que su padre acaba de morir en el hospital donde fue internado al desmayarse en el banco del que era cliente.
De inmediato, viaja a la ciudad en la que nació, lugar de residencia de su padre, viudo desde hacía bastantes años. Mientras se ocupa de los trámites que le corresponden `por ser el único pariente del difunto, se instala en la casa familiar y, en un momento dado, decide bajar al sótano a buscar una botella de vino en la bodega. El hecho de encontrar allí una gran jaula de hierro, en cuyo interior duerme una joven, le produce un absoluto bloqueo emocional que le induce a actuar de un modo que cambiará radicalmente su existencia.
En esta segunda novela, Alexandre Postel, repite, con variantes, el esquema narrativo que utilizó en la primera, titulada “Un hombre al margen”. El protagonista, que apenas se relacionaba con su padre, tropieza con una situación que no sabe cómo afrontar. Su primera reacción, lógica, es avisar a la policía, aunque no la lleva a la práctica por razones que ni él mismo acierta a definir. Todo indica que responden al deseo de no involucrarse en algo de turbia apariencia que podría manchar la memoria paterna. A partir de ese momento, una sucesión de inesperados acontecimientos le conduce a ser acusado de asesinato. La trama, concebida en términos de novela negra, se centra en la imposibilidad de demostrar la inocencia en el delito que se le imputa, debido a su torpe modo de actuar. Por otra parte, el peso de la herencia genética y de la educación recibida se cierne sobre él con implacable determinismo. Los elementos propios del género policiaco se unen al tratamiento naturalista del perfil psicológico del personaje central, único que aparece nítidamente perfilado, para dar lugar a un desarrollo argumental inquietante, cada vez más sombrío, que conduce a un desenlace fatalista. El humor negro que impregna algunas situaciones, el tono irónico del enfoque narrativo y la incisiva sencillez del estilo, siempre en primera persona, sin apenas diálogo, sumergen al lector en un clima envolvente y sugestivo bien logrado en sus aspectos técnicos y formales. El contenido, donde se aprecia un sentimiento de culpa de raíz puritana unido a un permisivismo sexual apenas insinuado, refleja una desorientación espiritual típicamente posmoderna.

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