LA TUNELADORA

Fermín Escartín vive en Zaragoza y trata de vivir como detective. Un día recibe la visita de un matrimonio que desde un pueblo de la provincia ha acudido a la ciudad pues lleva varios días sin saber nada de su hijo. Resulta ser una persona de treinta años, soltero e ingeniero. Su presunta desaparición no llama la atención a nadie, salvo a sus padres a quienes llamaba casi a diario. Escartín comienza una investigación que tiene pocos visos de llegar a concluir algo. Descubre que el joven ingeniero trabajaba en una empresa encargada de hacer grandes obras públicas; en este caso, un túnel de grandores dimensiones que permitirá instalar el metro que los responsables de la ciudad han previsto construir. La investigación le lleva hasta la casa de un ingeniero, compañero del desaparecido. A la vez, hay muchas piezas que no encajan, o bien por disparatadas o por no parecer tener sentido. Cuando Escartín llame al comisario Souto, se encontrarán con varios misterios unidos entre sí, pero que dejan entrever no sólo un asesinato sino varios graves delitos más. Rozando lo inverosímil, el autor teje un relato ameno que capta la atención del lector. La acción va tomando forma, si bien no todo lo que parece fuente de ayudas lo será. Más bien puede ser un intento de enterrar bajo tierra un asesinato bien planeado.

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