VIENEN MAL DADAS

La primera novela de la traductora y crítica literaria Laura Gomara transcurre en Barcelona, su ciudad natal, donde la joven protagonista, Ruth Santana, sufre las consecuencias de la dura recesión económica derivada de los créditos sin garantías, destinados a la adquisición de viviendas. Su sueldo apenas le llega para atender el recibo de la hipoteca, carece de lo más necesario e incluso disputa a los mendigos los alimentos sobrantes de los supermercados.
Mientras, desesperada y triste, descansa en las escaleras de la catedral de Barcelona, entabla conversación con un desconocido que le ofrece varios cientos de euros con el fin de aliviar su penuria. Aunque en principio rechaza la oferta indignada, acaba por ceder y tras un tiempo de reflexión acepta el trabajo que le ofrece el supuesto benefactor. Se trata del jefe de una banda dedicada al atraco de cajeros de banco, llamado Hugo Correa, que le encarga labores de vigilancia e información sobre el lugar donde se encuentran los próximos objetivos señalados para el asalto. Ruth se incorpora al grupo compuesto por jóvenes atrevidos y hombres maduros con experiencia que logran salir airosos de varios atracos menores cuyos beneficios se reparten de acuerdo con el riesgo asumido por cada uno de ellos. Sin embargo, el jefe prepara el golpe definitivo que les permitirá disponer de los medios necesarios para abandonar la delincuencia y vivir cómodamente el resto de sus días. Hugo Correa, en realidad un marinero gallego perseguido por la mafia de la droga, se propone forzar el lujoso chalet próximo a Barcelona donde un conocido traficante de Pontevedra oculta gran cantidad de dinero negro a la espera de su blanqueo. El relato encierra una cierta intención, diluida a través de los emotivos episodios de acción, de identificar de forma velada las ilegales actividades de Correa con el proceder abusivo de las entidades bancarias sin escrúpulos, dispuestas a desahuciar por falta de pago a víctimas inocentes. En el mismo sentido, el tratar de incautarse la banda del dinero de la droga, se justifica en tanto que robar a un ladrón no merecería ser castigado. La autora sin mayores alardes literarios logra reflejar con eficacia el ambiente sórdido de la delincuencia en los bajos fondos de Barcelona pero evita incurrir en excesivos detalles escabrosos.

© Reseñas bibliográficas Fundación Troa