EL BANDOLERO DE RECÓNDITA

Breve novela planteada como un libro de memorias. Al hilo de sencillos recuerdos de adolescencia y juventud el narrador teje una historia de las relaciones cotidianas -la vida familiar, el colegio, los amigos…-, experiencias en apariencia sin relieve literario, pero que adquieren cuerpo narrativo gracias a una historia contada en primera persona por Miguel, un joven cuyo padre, a mediados del siglo pasado, es destinado a la localidad de Recóndita y allí se trasladará la familia durante unos años.
El contenido, aunque la materia narrativa se nutra de hechos reales, con excepción de las localizaciones, adopta un tono lírico gracias a la ingenuidad del punto de vista del narrador y al tono de añoranza por un tiempo que no volverá. Sensación de pérdida que se marca narrativamente cuando la familia ha de dejar el pueblo donde creció y donde, gracias al ejemplo de sus padres, descubrió y vivió en armonía con la naturaleza.
El autor, al narrar desde la mirada de Miguel, dota al relato de ingenuidad. Por la juventud del protagonista y porque, rodeado del afecto familiar, desconoce la maldad. Además, un entorno, el mundo rural, cuya belleza va más allá del paisaje: está en sus gentes y en su vida sencilla. El autor se permite una excepción en este canto a lo cotidiano: la historia del último bandolero, narrada por el pastor Simón a Miguel y sus amigos, con su carga de tragedia, paliada, eso sí, por el tiempo.
Que el libro comience y finalice en otoño, cuando el mar de tonalidades del hayedo “de la carretera de los toboganes” esté en su esplendor, es un hallazgo narrativo y simbólico. Frente a lo permanente de la naturaleza: el otoño, como siempre, volverá; la vida ha culminado uno de sus ciclos, esa etapa feliz de la existencia donde basta con vivir lo cotidiano para ser feliz: “Me quedé aturdido, iniciábamos una nueva etapa”.
Por último, destacar su cuidado estilo literario, atento a transmitir la claridad y transparencia de la vida sencilla, así como a recuperar palabras locales o populares que aportan sabor y distancia a la narración.

Francisco Andrés