EL NIÑO QUE SABÍA HABLAR EL IDIOMA DE LOS PERROS

El libro está basado en una historia real y cuenta la vida de Julek, un niño polaco que nace en 1929; aunque su madre, militante comunista, duda en abortar, le permiten tener el hijo con tal de que siga trabajando políticamente. Más tarde sus padres, para protegerle, lo entregan en adopción e incluso pasa una temporada en un orfanato. Julek, que va cambiando de nombre, llega a Francia donde es testigo de la segunda guerra mundial, inmerso en un entorno que colabora de pleno en la Resistencia. El chico sufre vicisitudes y aventuras de todo tipo, también cierta violencia y soledad, pero mantiene el sentido del humor y tiene una gran facilidad para entenderse con los perros. Los acontecimientos le obligan a madurar y de alguna forma pierde su identidad ya que en 1937, al reencontrarse con su madre, apenas entiende su idioma nativo. En 1956, cuando los tanques soviéticos invaden Hungría, abandona desencantado el comunismo.
La novela está contada en primera persona a través de la voz de un niño, factor que hace que un relato con bastantes connotaciones trágicas adopte a veces un tono inocente, emotivo e incluso humorístico. Con una narración sencilla y ágil, cuajada de anécdotas, Joanna Gruda dibuja un personaje que resulta atractivo al lector y que puede recordar a muchos héroes juveniles de la literatura universal. A pesar de la dureza de la trama, su desarrollo no hace excesivo hincapié en secuencias brutales en relación a los hechos históricos que tienen lugar. La mirada de Julek parece dulcificarlo todo y envolver en un velo las realidades más crudas. Se desliza un breve apunte del despertar sexual del protagonista y a lo largo de estas páginas hay referencias favorables hacia el comunismo, siempre filtradas por la visión ingenua de Julek, y que culminan con el desengaño hacia esa ideología.
Joanna Gruda (Polonia, 1967) es escritora.

© Reseñas bibliográficas Fundación Troa