HECATOMBE

En Inglaterra, durante la década de 1920, un joven aprendiz de novelista inglés conoce por azar a una familia rusa, compuesta por una madre y sus tres hijas, fugitivas del comunismo soviético, que le sirven de figuras centrales para la historia que está escribiendo. Poco después, un lord muy rico, dueño de varios periódicos, le convoca a su despacho para hablar de ese borrador, puesto que conoce la vida real de las mujeres que han inspirado su relato. A partir de ese momento, el novelista vive en el entorno privilegiado del lord, rodeado de un ambiente de lujo y frivolidad.
Hecatombe refleja con una ironía de clara intención crítica, una sociedad de posguerra donde los exiliados rusos, habituados a una vida lujosa y despreocupada, tratan de mantener sus antiguas costumbres sin reparar en medios y al margen de cualquier escrúpulo. Mientras los hombres tratan de buscar trabajo, las mujeres, jóvenes y no tan jóvenes, recurren a sus atractivos físicos para encontrar quien provea sus caprichos. Por su parte, el dueño de los periódicos, un emprendedor neozelandés ennoblecido, se ha hecho con una gran riqueza que le permite derroches absurdos con los que trata de paliar el aburrimiento que le produce carecer de inquietudes. La acción transcurre a base de capítulos breves que narran una sucesión de hechos dinámicos planteados en unos términos que rozan el absurdo. A medida que se acerca el desenlace, la obra, publicada en 1928, cobra un carácter simbólico, como si el torbellino existencial que caracteriza la trayectoria de los personajes estuviese a punto de desembocar en un cataclismo de dimensiones mundiales. Este sentido premonitorio de las futuras amenazas nucleares se encarna en la figura de un científico perturbado, que pretende evitar este caos apocalíptico taponando los cráteres de los volcanes. La excentricidad de la trama, aunque alcanza momentos de ingeniosa parodia, resulta, con el paso del tiempo un tanto ajena a los intereses del lector, aunque formalmente esté hábilmente tratada. El autor, William Gerhardie, pone de manifiesto su notable dominio de los diálogos, logra descripciones ambientales expresivas y demuestra amplios conocimientos psicológicos al caracterizar a los personajes. Sin embargo, la trama, centrada en vidas inconsistentes, llega a incurrir, por reiteración, en aquello mismo que denuncia.

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