PUERTA PRINCIPAL

Puerta principal es un libro-testimonio sobre la enfermedad a la que se enfrentó su autora, Guadalupe Arbona (Madrid, 1965) a lo largo de todo un año. Hasta aquí, no hay nada nuevo. El valor terapéutico de la escritura es bien conocido: gracias a las palabras, el mal es analizado, comprendido, domesticado. Y el enfermo lo puede mirar a la cara, sin miedo, porque consigue distanciarse de él. Hoy día, un buen número de médicos y personal sanitario alientan a sus pacientes a poner por escrito lo que sienten y piensan desde el descubrimiento de su enfermedad hasta la aceptación de ésta como parte de sus vidas. Los relatos de estas “experiencias de vida” han llegado a formar un verdadero género literario, desconocido hasta hace poco. Los pacientes-autores escriben no sólo para liberarse, sino también para ayudar a otros a atravesar mejor esa experiencia nueva y dolorosa a la que se enfrentan.
Todo eso está bien presente en Puerta principal. Desde enero a octubre, la autora expone su via crucis particular, en el que no faltan las largas esperas en el hospital, las pruebas y sus temidos resultados, las sesiones de tratamiento y sus lentas recuperaciones, las recaídas y la esperanza de la curación. Entre tanto, la vida sigue gracias a la familia, a los amigos, al trabajo y a la cultura: libros, música y exposiciones se suceden para colmar un deseo de belleza que la enfermedad no consigue alterar. Cervantes, Steiner, Kertész, Forrellad, Péguy, Machado o Elliot, así como Latour, Chagall o simplemente los colores y las formas de las nubes en el cielo, son objeto de interesantes y pertinentes observaciones. A quien no conoce a Arbona, profesora, crítica literaria y editora, la exigencia y la altura de estas notas culturales pueden asombrar. Como también asombrará la presencia de un referente continuo, directamente aludido como amigo, consejero y confidente e indirectamente presente en una manera de fijarse en el otro más pobre, más enfermo, más necesitado, en un modo de escribir, de elegir los adjetivos, de cuidar la gramática: se trata de José Jiménez Lozano, del que Arbona es gran especialista y cuyo prólogo al libro deja constancia de una relación privilegiada, ya no entre la investigadora y su escritor de cabecera, sino entre la pupila aventajada y su maestro.
Todo esto bastaría para hacer de Puerta principal una excelente lectura, interesante e instructiva, una historia de dolor y superación, de miedo y coraje, de soledad y solidaridad. Pero hay mucho más: el testimonio de Arbona se eleva muy por encima de otros tantos que podemos encontrar hoy día en las librerías. Guadalupe Arbona es una cristiana comprometida y nos muestra, sin sentimentalismos pero igualmente sin tapujos, cómo su fe le ayudó a comprender, aceptar y vencer la enfermedad. En vez de encerrarse en una actitud lastimera, quejumbrosa, egoísta, presta atención a los que sufren a su lado, a las desgracias que ocurren en el mundo, a los gestos heroicos de tantos desconocidos. Y su corazón se “abre de par en par”, dejando penetrar por esta “puerta principal” al “Amor que no somos nosotros” (p. 141), al “Tercero” que camina siempre a nuestro lado (p. 153). Así logra comprender “cómo sabe el cielo sacar de las mayores adversidades nuestras, nuestros mayores provechos” (p. 110) y que, si bien “los palos y amargores son muchos […] nos obligan a mirar y perseguir lo nuevo, lo bueno, lo bonito” (p. 29).

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