UNA MEZCLA DE FLAQUEZAS

La última entrega de la trilogía de Salterton se abre con la difícil herencia dejada por la señora Bridgetower: sus condiciones dejan sumidos en la pobreza a su hijo y a su mujer, como si fuese la postrera venganza de su madre. Además, lega una parte de la fortuna a la educación artística en Europa de una joven de la ciudad canadiense de Salterton. La chica de provincias -Mónica- educada en una secta protestante tan puritana y estrecha como la de la difunta Bridgetower, se enfrenta a la ruptura con la moral de sus padres, para lograr obtener la cultura mundana que colaborará en hacerla una gran intérprete del bel canto.
Robertson Davies desarrolla sus ideas sobre la música y la ópera, sobre el espectáculo y los artistas con un estilo similar al de su trilogía de Deptford. Fustiga los convencionalismos sociales y religiosos con gran sentido del humor y mucha claridad, es ácido y sarcástico con los padres que cortan las alas a sus hijos y considera el sexo como una liberación y un disfrute. Davies trata con benevolencia y simpatía a los homosexuales y a los que tienen relaciones sexuales extraconyugales: en esta novela aparecen ambos, sin ninguna descripción y sí con ciertos desarrollos teóricos y morales. Por otro lado, Davies muestra el concepto que los ingleses tienen de los canadienses y vivecersa y sabe hacer una novela divertida, ágil y desenfadada con un gran carga cultural y moral. Una novela sobre la necesidad del artista de romper con lo que le ata: educación, padres, religión, convencionalismos, para encontrar dentro de sí el verdadero arte y darlo a los demás. Davies se muestra un entusiasta del arte y un gran conocedor de la música romántica, de los clásicos, de la crítica, de la ópera y de la bohemia.

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