VERDADERA Y FALSA REFORMA EN LA IGLESIA

Congar fue uno de los principales teólogos del siglo XX y de los más importantes inspiradores del Concilio. La editorial Sígueme, con acierto, vuelve a editar este clásico que incide en la posibilidad de cambio en el seno de la institución eclesiástica. Congar es de una ortodoxia que está fuera de discusión. Como ocurrió en su momento, también hoy es necesario discernir si los vientos que sacuden la barca de Pedro llevan por buenos océanos o hacia nuevas amenazas. Por eso, la lectura de este libro, en el contexto de los embates contra Francisco y la sinodalidad, puede aportar mucha luz.
Congar explica la naturaleza dual de la Iglesia: como santa y corrupta. Eso explica que cualquier cambio tenga que ser analizado especialmente a la luz de la Escritura. Asimismo, diferencia entre el profetismo y los reformadores. Decir que la Iglesia no necesita ser reformada es aceptar que la voz y la inspiración de Dios ha decaído. Hay bastantes alusiones a la idea de que la Iglesia Semper reformanda est.
Sin embargo, lo más interesante es la segunda parte del ensayo, donde con prudencia y sentido común el autor señala los principios que deben guiar cualquier cambio o alteración. Diferenciando lo que puede ser cambiado y lo que no, advierte que debe siempre primar la caridad y el sentido pastoral. No se trata de alterar lo recibido al arbitrio de alguien. Del mismo modo, se ha de velar para el mantenimiento de la comunión. Los cambios, en tercer lugar, han de ser lentos, llevados a la oración y con un sentido espiritual. Por último, hay que cuidar de la continuidad con la tradición.
Al lector de hoy, este ensayo le puede ayudar a ahondar en el sentido de lo que supone la Iglesia. Esta no es una institución humana -insiste el teólogo francés-, por eso lo que se entiende por reforma y cambio es algo muy preciso. Si se imprimiera a la Iglesia el tempo mundano -como algunos pretenden hacer, aludiendo a eso de que los tiempos cambian- se estaría desnaturalizando su misión.

TROA