VIVA VOZ DE VIDA

La autora evoca en esta obra, fechada en 1932, su duradera relación amistosa con el poeta ruso Maximilian Voloshin, que había muerto en Crimea ese mismo año, a los cincuenta y siete de edad. Casi dos décadas mayor que ella, fue en cierto sentido su mentor artístico y su maestro de lecturas, sobre todo francesas. En 1917, ya en momentos revolucionarios, fue la última vez que se vieron, pues quien escribe se trasladó a Moscú y luego a Francia, donde recibió la noticia del fallecimiento de Voloshin.
La obra hace, en este recuerdo afectuoso y admirado, un homenaje tanto al ser humano como al artista. Poetisa ella misma, la autora expresa sus respectivos conceptos de lo poético a través de las conversaciones que mantenían y también citando algunas de sus composiciones. Aunque se mantiene en el ámbito de lo biográfico, Tsvietáieva (1892-1941) escribe en un tono profundamente literario, que envuelve los hechos en un halo artístico y mítico, y hace de su protagonista tanto un ser real como un personaje de leyenda. Su estilo conciso y sonoro, bastante peculiar en su puntuación para subrayar el tono emotivo de cada frase, se ve favorecido por una cuidadosa traducción.

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