CRIADOS Y DONCELLAS

En una mansión rural inglesa, los sirvientes comentan la conducta de la familia propietaria del lugar, y de sus conversaciones se desprende que saben todo lo que ocurre, e incluso lo que aún no ha ocurrido, entre sus muros. En cambio, los dueños de la casa manifiestan sus dudas y desconciertos con un comedimiento verbal que impide cualquier información locuaz.
Desarrolla el argumento sin apenas descripciones ni referencias ambientales, sólo a través de continuos diálogos donde los interlocutores, al comunicarse entre sí, actúan como narradores, dejando muy poco espacio para la voz en tercera persona. Esta técnica novelística, bastante difícil de emplear con éxito, resalta de modo muy eficaz el perfil psicológico de los personajes a través de la forma de expresarse de cada uno. La acción transcurre en un ámbito espacial reducido, entre señores hipócritas, criados irónicos y algo ladrones, y niños crueles capaces de cualquier atrocidad. Al final no ocurre nada trágico ni irreparable, los buenos modales lo cubren todo y se logra conservar una cotidianeidad imperturbable e insulsa que se critica con amargura. La autora parece desconfiar de los buenos sentimientos del ser humano y de la institución familiar, a juzgar por la agresiva sutileza con que la caracteriza, la misma que emplea al tratar de los ritos sociales de la alta burguesía. Aunque estas circunstancias han cambiado, pervive la calidad literaria del texto. La autora (1884-1966) presenta una típica novela victoriana, aunque la publicó en 1947.

TROA