LA BELLA ANNABEL LEE

En apariencia, la novelística del premio Nobel Kenzaburo Oé puede resultar extraña para el lector no acostumbrado al simbolismo poético que impregna su obra. Sus más recientes textos, conectados entre sí, transitan desde el relato autobiográfico al tratamiento de los grandes temas que componen el entramado de lo humano, con un particular peso de la historia reciente de Japón. En esta, su primera novela, nos describe la historia de Sakura, una afamada actriz, y la del escritor y premio Nobel de literatura, Kensaro –remedo del autor de la novela-, y del productor de cine Komori. Tres momentos de encuentro cultural que comienzan con el recuerdo, treinta años atrás, del momento en el que se embarcaron en el proyecto de rodar la novela “Michael Kohlhaas”, de Heinrich von Kleist. Esa aventura cultural provocará en la actriz, famosa entre otros papeles por su interpretación en “La vida de Annabel Lee” de Edgar Allan Poe, el recuerdo de una serie de experiencias traumáticas de su infancia, que tiene que ver con la dimensión de lo femenino. A esta trama se añade la de la lucha por la justicia, como valor moral y social, encarnada en el personaje de Meisuke, en la obra de teatro que pretenden poner en marcha, “La batalla de la madre de Meisuke”, con el telón de fondo de las revueltas campesinas en Shikoku. Tanto la novela de Edgar Allan Poe como Lolita de Nabokov están presentes en el trasfondo de esta propuesta. En el escenario de la novela aparece también la forma en la que el escrito aborda la relación con su hijo discapacitado.
El autor ha querido poner sobre la mesa, con una compleja técnica narrativa que en no pocas ocasiones hacen compleja la lectura de este texto, a modo de guión cinematográfico con varios planos, algunas cuestiones que tienen que ver con la relación entre la ética y la obra de arte, la lucha por la justicia y el progreso social, la censura y la libertad de expresión. Es necesaria una referenecia cultural de fondo, sobre todo de la literatura occidental, para desentrañar el hilo conductor de esta novela. Las cuestiones morales que pone sobre la mesa, pero que no resuelve siempre de forma clara, son parte de un ejercicio más estético que de una verdadera propuesta moral.

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